9º DOMINGO DE COTIDIANO

Marcos 10:17-31

Entonces Jesús, mirándole, le amó, y le dijo: Una cosa te falta: anda, vende todo lo que tienes, y dalo a los pobres, y tendrás tesoro en el cielo; y ven, sígueme, tomando tu cruz

Hay dos clases de justicia. La primera es la justicia exterior, la que no daña a los demás. La justicia del joven rico que, según él, no adulteraba, ni mataba, ni hurtaba etc…La justicia del grupo de los fariseos. Creyéndote justo por tus obras exteriores, caes sin darte cuenta en un pecado terrible: el amor al mundo. Creyendo que cumples toda la ley, incumples el fundamento de la ley. ¿Cuál? El amor.

Precisamente, el amor mueve el segundo tipo de justicia. El amor que hace que rindas tu vida a tu Señor y que lo obedezcas, no como medio de alcanzar la vida eterna, sino porque su amor te ha hecho un nuevo ser. ¿Dónde tenía el corazón el joven rico? Claramente en unas riquezas de las que no estaba dispuesto a deshacerse. El joven se tenía por un buen hombre. A los ojos del mundo sinceramente lo era, pues se abstenía de dañar a sus semejantes. Cumplía con el primer tipo de justicia. Sin embargo,  en su corazón no cumplía la ley. Su corazón estaba inclinado hacia el mundo y no hacia el amor de Dios.

¿Qué hace Jesús al escuchar su respuesta? El Señor lo mira y lo ama. El amor de Dios es el primer paso hacia la conversión. Un hombre pecador no puede convertirse si no es porque Dios lo amó primero. Jesús quería la conversión del joven. Jesús lo amaba. De la misma manera, Jesús te ama cuando pecas. Él te está mirando con ternura, esperando que entregues todo tu amor, tomes tu cruz y lo sigas.

Cuando le pidió al joven que tomara su cruz no le estaba diciendo meramente que sufriera con mansedumbre todos los males que por accidente sufriera en la vida. No solo le estaba pidiendo esto. No es lo mismo tomar la cruz que sobrellevar su cruz. Cuando te conviertes a Cristo, aceptándolo como tu Señor y Salvador, debes elegir tomar tu cruz, escogiendo voluntariamente la voluntad de Dios, incluso si conlleva un sufrimiento de algo que teníamos la posibilidad de evitar. ¿Cómo podemos caminar con tal cruz? Por el amor de Dios. Por la mirada de Jesús que te rescató y te amó aún cuando eras pecador. Por la Gracia divina que te levanta cuando la cruz pesada te hace caer.

En definitiva, Jesús te amó antes tu existencia. Deseaba tu conversión. Anhelaba que cogieras tu cruz y lo siguieras. Ámalo rindiendo tu vida a su voluntad, incluso cuando te suponga una corona de espinas. Recuerda que Él sufrió lo indecible en la cruz porque te amaba, aun cuando eras un vil pecador.

 

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