DECIMOQUINTO DOMINGO DESPUÉS DE LA TRINIDAD.
Sed como niños. San Lucas 18: 15-17 "De cierto os digo, que el que no recibe el reino de Dios como un niño, no entrará en él". Malediciencia, paranoias, envidias, competencias, orgullo…De certeza que a menudo sientes en tu corazón alguno de estos pecados. Tales pecados son fruto de una naturaleza caída cuya maldad es aumentada por una sociedad cada vez más compleja. El pecado original es fruto de la caída de nuestros antepasados, entrando en el hombre por un hombre, y trasmitiéndose de generación en generación. No hay ni uno justo, dice el salmista, todos pecaron y todos se apartaron de Dios. Dios te creó libre, capaz de decidir sobre el bien y el mal, apto para elegir a Dios, conectarte con Dios, a través de tu propia esencia, fiel imagen del Creador. Ay del hombre que eligió desobedecer, ser su propio dios. Las consecuencias las arrastraremos siempre. He aquí la maldición del llamado pecado original o ancestral. Señala el articulo IX de los Artículos de Religión Anglica