DECIMONOVENO DOMINGO DESPUÉS DE LA TRINIDAD.
Y corriendo delante, subió a un árbol sicómoro para verle; porque había de pasar por allí. Cuando Jesús llegó a aquel lugar, mirando hacia arriba, le vio, y le dijo: Zaqueo, date prisa, desciende, porque hoy es necesario que pose yo en tu casa. Lucas 19:1-9. Asciende a la Cruz salvadora. Zaqueo era un hombre poderoso. Se sentía con autoridad y mando. No en vano se había pasado buena parte de su vida coaccionando a los habitantes de Judea para que pagaran los exorbitados tributos que la República romana exigía a su población. No contento con ello, y aprovechando la ventaja que ofrecía Roma a los odiados publicanos, requería al pueblo una cuantía superior a la mandada por sus autoridades y llenaba sus bolsillos con la diferencia. Zaqueo era rico a costa de los otros. Zaqueo se creía intocable. Una mañana cualquiera debió escuchar un bullicio creciente que surgía de la entrada de la ciudad de Jericó. Al preguntar de qué se trataba, se percató de que estaba viniendo a esa urbe el