UNDÉCIMO DOMINGO DESPUÉS DE LA TRINIDAD.
San Lucas 18:10-14. "Porque cualquiera que se enaltece, será humillado; y el que se humilla será enaltecido". Qué vergüenza de hombre. No merece ser llamado cristiano. Llamarlo hijo de Dios es un insulto a aquellos que como yo vamos a los oficios cada domingo, oramos cada día, damos nuestras ofrendas, cumplimos los mandamientos…¿Te son familiares estas expresiones?¿Has pensado así alguna vez? Fijándote en lo mal que hace el otro, te enorgulleces, queriendo o sin quererlo, de tus obras. Bajo una falsa piedad el fariseo se pone cerca del altar de Dios y da gracias al Altísimo por no ser como ese sucio publicano que ni ayuna ni da diezmos ni teme a Dios. El fariseo se juzga buen hijo de Dios. Con el pretexto de la buena obra, el fariseo se está colocando en la posición del propio Dios. ¿Acaso sabes cómo es el corazón de tu vecino como para que hables en esos términos peyorativos hacia él? ¿Tan seguro estás de tus obras que crees que han curado tu alma y que te servirán