7º DOMINGO DE COTIDIANO.

Marcos 1: 35-44.

Vino a él un leproso, rogándole; e hincada la rodilla,le dijo: Si quieres, puedes limpiarme.


Una oración de confesión.

Admirable la fe y la prudencia de este leproso. No acude desesperado y lloroso a Jesús, exigiéndole una curación de una enfermedad terrible y casual. El leproso espera el momento oportuno, acercándose prudentemente a Jesús cuando ha bajado del monte. Una vez junto a Él, se postra ante su Señor y con una oración sincera, nacida de un corazón pleno de fe le ruega: “si quieres, puedes limpiarme”.

La fe nacida del corazón arrepentido produce oraciones puras, agradables a Dios. Él no dijo: si se lo pides a Dios en mi nombre, ni tampoco si oras por mi, ni tampoco le ordenó imperativamente que cumpliera su deseo. Él no pronunció una complicada oración cuyo significado desconocía para ganarse el favor de Jesús. Él lo deja todo en sus manos, reconoce que Jesús domina incluso la más terrible y anti social dolencia del mundo. El leproso, al reconocer la soberanía de Cristo sobre las enfermedades, está confesando que Jesús es el Mesías y el Señor, su Señor.

A veces, movido por la desesperación y sin percatarte, le exiges a Dios que te entregue aquí y ahora lo que más necesitas. No suplicas que se haga su voluntad.

Jesús nos dijo que oráramos al Padre así: “hágase tu voluntad, así en la tierra como en el cielo”. De tal manera oró el leproso, al encomendar su suerte a la misericordia de Jesús.

Así debes orar tú, anteponiendo su voluntad a la tuya. Manifestándole tus anhelos mas reconociendo que se hará conforme a la voluntad de tu Señor, a su tiempo y modo. Tal oración solo surge de aquellos que depositan toda su confianza en la providencia del Altísimo. Una oración que es a la vez una confesión de tu fe.

De cierto te digo que tal oración será agradable a los oídos del Señor.

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