1 PEDRO 3: 1-7

El papel de los esposos.

Asimismo vosotras, mujeres, estad sujetas a vuestros maridos; para que también los que no creen a la palabra, sean ganados sin palabra por la conducta de sus esposas.

¿Cuál es el sentido de que una mujer se sujete a su esposo? ¿Acaso todos los maridos son ejemplo de virtud y honradez? ¿Debe someterse su esposa a un marido incrédulo? Palabras de ley, duras las que nos trae hoy el apóstol Pedro.

Tu vestimenta como mujer cristiana no debe estar cubierta de oros ni de lujos. Se prohíbe no el buen vestir sino la vanidad y lo costoso. ¿Acaso no te dio libertad Dios para vestirte como te diera la gana? ¿Por qué Dios aconseja a la mujer virtuosa que huya del lujo innecesario?

Y vosotros, maridos, honrad en sobremanera a vuestras mujeres porque ellas heredarán de la misma manera que vosotros la Gracia de la vida. Protegedlas incluso con nuestra vida porque son el vaso más frágil. Dios las escogió a ellas para ser madres, les dio una bendición única. Vivid con ellas con sabiduría, no aprovechando la posición de sujeción para ejercer dominio o tiranía, sino empleando la razón y el amor dados por el Altísimo para dirigir virtuosamente vuestras familias por el recto camino de la fe. Recuerda que tienes harta responsabilidad en la salvación no solo de tu vida, sino también en la de tu mujer e hijos. ¿Por qué Dios te da tantas responsabilidades como marido?

Para entender tantas obligaciones debemos recordar la Cruz de Jesús. Jesús como el perfecto esposo acudió mansamente a dar su preciosa sangre por su esposa, la Iglesia. Un sacrificio capaz de perdonar hasta el más pérfido pecado fue efectivo en su esposa. Esta mujer, elegida antes de la fundación del mundo y movida por la alegría, el gozo y la paz que la remisión de sus pecados le proporciona, se sujete a su Palabra.

Maridos, si Cristo, esposo perfecto, siendo Dios, inmaculado, dio su vida por los pecadores, ¿como vosotros, manchados por vuestras faltas, no vais a ser capaces de honrar a vuestras mujeres y a dar vuestra hacienda e incluso vuestras vidas para honrarlas?

Piensa cuando trataste mal a tu esposa, piensa cuando le diste un consejo errado o miraste más por tu interés que por el de ella. A continuación piensa en Jesús, clavado en la cruz, humilde, derramando su sangre inocente por el pecador mundo. ¿No te da vergüenza deshonrar a aquel que dio su vida por ti y por tu esposa con ese comportamiento? Mira la cruz y arrepiéntete.

Tus pecados de soberbia, de egoísmo y de mala actitud marital han sido limpiados por Cristo. Eres libre. Actúa en consecuencia. Sé como Jesús.

Esposa, piensa en las veces que has desobedecido al marido en cuestiones de fe o de práctica, cuantas veces le faltaste al respeto con obras o con tu lengua. Las ocasiones en que has puesto por encima tu buen vestir o tus deseos a un corazón humilde y arrepentido que se da por su familia. Mira la Cruz. Mira a Cristo. Mira lo que ha hecho por ti, su iglesia.

Arrepiéntete y sigue su Palabra. Recibe el perdón de esos pecados y actúa. Si tu marido obra mal, no lo desprecies, sino que mediante tu humildad recuérdale el ejemplo de Cristo. Gana almas con tu humildad y sujeción. Refuerza la fe de tu marido para que siga la senda del crucificado.

Recordad, esposos y esposas, que se gana más mediante una conducta modesta y entregada que con la vistosidad, dominio y galantería.

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