4º DOMINGO DE CUARESMA
¿Conoces verdaderamente a Jesús?
Evangelio Juan 7: 2-30
Jesús entonces,
enseñando en el templo, alzó la voz y dijo: A mí me conocéis, y sabéis de dónde
soy; y no he venido de mí mismo, pero el que me envió es verdadero, a quien vosotros
no conocéis. 29 Pero yo le conozco, porque de él procedo, y él me envió
En un mundo occidental
cultural y tradicionalmente cristiano, desde niños se enseña a sus habitantes
algunos rasgos y eventos relacionados con Jesús. Es generalmente conocido que
nació en Belén, de la Virgen María, en un pesebre, que hizo milagros, se rodeó
de sus 12 apóstoles, fue traicionado por uno de ellos, murió en la cruz y
resucitó al tercer día. Todo ello es bien sabido, pero, ¿te has parado a pensar
alguna vez quien era realmente ese Jesús, ¿qué naturaleza tenía?¿era un profeta
como Moisés?¿un ángel como Gabriel?¿era el mismo Dios?
Los judíos que rodeaban a
Jesús en el templo no lo conocían. A ellos se les había revelado el plan de
Dios para la salvación de su pueblo primeramente más también de todas las
gentes. Ellos sabían que el Mesías no iba a ser otro profeta, otro sacerdote u
otro Rey como Abraham, Samuel o David. El Mesías sería eso y mucho más. Los
judíos sabían que Jesús era hijo de María y de José, habitantes de Nazaret, de
Galilea. Conocían como tú conocías superficialmente a Jesús.
Jesús les reprende.
“Vosotros no me conocéis”, les dice, sin miramientos. Vosotros ni si quiera
conocéis al Dios a quien decís que servís, no cumplís la ley de la que os
sentís orgullosos. Parece que le oigo decir: “Solo yo conozco al Padre del que
procedo” “quien me ve, ve al Padre que me envió”. La verdad duele. La verdad
causó furor y rabia a aquellos que llevaban generaciones considerándose
poseedores en exclusiva del conocimiento del Dios de Israel. Solo ellos se
tenían por santos de Dios. ¿Cómo no iban ellos, santos, predilectos y amados de
Dios, reconocer al Cristo prometido? ¿Cómo no vas a conocer tú a Cristo si
llevas años asistiendo a la iglesia o escuchando historias de su vida? Quizás,
al igual que esos judíos enfurecidos que rodeaban a Jesús en Jerusalén durante
la fiesta de las tiendas, no conoces verdaderamente quien era el Hijo de Dios.
¿Cómo podemos saberlo? ¿Cómo
podemos conocer la voluntad de Dios? Primero, con un corazón arrepentido,
abierto a la Verdad, dañado por su pecado y consciente de que necesita un
Redentor. ¿Acaso no es Cristo el Salvador? ¿Acaso no es Cristo aquel que murió
por ti en la Cruz para perdonar tus pecados y reconciliarte con Dios? Aquí
tienes tu respuesta. En primer lugar, Cristo es el Redentor de tu vida, el que
hace que tus pecados no te sean imputados.
¿Cómo puede hacer alguien
semejantes hazañas? Tus pecados son continuos y terribles. ¿Cómo puede un
hombre llevar sobre sí los pecados de todas las naciones?
Jesús nació de la Santa
Virgen María como hombre, vivió como hombre, caminó como hombre, sufrió como
hombre y murió como hombre en la Cruz pero no conoció el pecado del hombre. Los
judíos lo veían solo como hombre, ya sea endemoniado, ya sea mago, pero por
causa de su endurecido corazón solo veían al hombre.Jesús
alzaba la voz en el templo, enseñando y diciendo: vosotros me conocéis y sabéis
de dónde soy». Lo cual quiere decir: sabéis de dónde he venido, pero no sabéis
de dónde procedo, sabéis de dónde he venido porque soy Jesús de Nazaret, cuyos
padres también conocéis.Por esto dijo, con mucha razón: «Y vosotros me
conocéis, y sabéis de dónde soy»; esto es, en cuanto a la humanidad y a la
forma de hombre que tenía.Un pensamiento similar es el que se puede tener hoy
en día en nuestras naciones culturalmente cristianizadas.
Sin embargo, a
continuación el propio Jesús añade: “Yo no vine de mí mismo, sino el que me
envió es Verdadero”. Solo un corazón humilde para aprehender la Verdad puede
ver la divinidad del Hijo. Solo Dios es el Señor. Solo Dios puede perdonar
pecados y dar vida a lo inerte. Solo Dios puede crear de la nada. Por ello,
Cristo que realizó tales hazañas es Dios, procede del Padre, compartiendo por
ello su misma naturaleza. Al igual que un fuego puede encender a otro sin que
disminuya su poder, el Hijo procede del Padre, siendo de su misma esencia. Los
judíos no lo entendían. No comprendían sus milagros, achacándolos a la acción
del Demonio. No creyeron su resurrección ni su ascensión a los cielos. Conocían
las sombras mostradas en el Antiguo Testamento, pero su orgullo cegaba sus
corazones de la verdad que existía tras las sombras: que el Mesías de la Tribu
de Judá nacería de una virgen, llevaría la luz primero a Galilea, que sería el
Señor mismo que pugnó con Jacob en Penuel, la Sabiduría con la que el Padre
crearía el mundo, aquel que sería rechazado por los suyos, que moriría con
extremidades clavadas (Salmo 22) pero que vencería a la muerte regresando al
que le envió.
Tu cristiano,
cuyas vendas en los ojos han sido retiradas por la acción de la Fe, puedes ver
con claridad las profecías cumplidas en Jesús, que los judíos y los incrédulos
se niegan a ver. Ahora ya sabes que Cristo es verdaderamente Dios. Tu Dios, que
se hizo hombre, solo para abrirte el camino del Padre, para hacerte, también a
ti, hijo adoptivo del Altísimo.
¿Comprendes
ahora quien es verdaderamente Jesús de Galilea? Solo a través de Él conocerás
plenamente a Dios. Sigue su camino y llegarás a Él.
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