1 PEDRO 3: 8-22.
El agua que trae Espíritu de vida. El bautismo que corresponde a esto ahora nos salva (no quitando las inmundicias de la carne, sino como la aspiración de una buena conciencia hacia Dios) por la resurrección de Jesucristo Noé advertía sin cesar a sus despreocupados vecinos acerca del terrible final que tendría que sufrir aquellos que daban la espalda al único Dios. Aquellos que se entretenían en sus vicios, aquellos que se tenían por sus propios dioses, aquellos que solo miraban por sí mismos; todos estos iban a recoger lo que sembraron. El hombre creado libre y sin pecado había devenido en corrupto por el pecado. Sin embargo, en su inmensa bondad, el Señor había enviado una promesa por medio de Noé: construir un arca que serviría de refugio frente al terrible temporal de inundaciones que arrasaría la tierra corrompida. Noé y su familia, confiando en la promesa, se aferraron al arca y se salvaron de las aguas. Siglos después, encontramos a los apóstoles de Jesús bautizando a mile